Para poner en marcha esta nueva sección «Árbitros», elegimos a quién es una referencia cuando de historia del arbitraje se hable o escriba: Omar Eduardo Pompei nació el 24 de abril de 1925.
Tuvo un paso como jugador en Estudiantes en 1942 y seis años más tarde pasó a Ferro.
Francisco Umberto Canalicchio, Pompei y (agradecemos si se aporta su nombre) jugando para Estudiantes en la actual auxiliar de Racing
A mediados de la década del ’50 se inició en el arbitraje y por casi 30 años fue el emblema arbitral de la ciudad y la zona. Junto a Primitivo Chávez y Guillermo Pereyra fueron en 1964 socios fundadores de la Asociación de Árbitros de Olavarría, la que presidió en varios períodos y de la que también fue su instructor.
Tomó clases en AFA con varios de los mejores de todos los tiempos como Ángel Coerezza, Bartolomé Macías y Roberto Goicochea. Dirigió también en la Liga de Río Colorado y en la de Azul (1977 a 1979).
Antes del pitazo inicial saludando a los capitanes Antonio «Tonchi» Mortl (Loma Negra) y Héctor «Bocha» Silva (El Fortín)
Molesto con la actitud de los dirigentes de San Martín de Sierras Bayas (enviaron una nota a la Liga con severos cargos hacia Pompei y recusándolo), en setiembre de 1976 presentó su renuncia. Aunque la dirigencia de la Liga de Fútbol -su presidente era Belarmino Menéndez Zabalza- y la de los clubes lo respaldó rechazando la nota del club serrano, se sintió afectado y pese a que era el mejor del momento, ya no volvió a dirigir en la ciudad.
Omar Pompei en los ’70, en la cancha de Loma Negra llena. Detrás, el arquero del local Oscar «Oso» Sánchez.
“Mirá pibe. Siempre, pero siempre, siempre, voy a defender a los árbitros en cualquier nota que me hagas. Después, en privado, hablo con ellos de sus errores o de lo que veo. ¿Me entendiste?”, me dijo alguna vez cuando tras una entrevista por el viejo canal 5, le pregunté por qué defendía lo indefendible.
Así fue don Omar o el “viejo Pompei“. Nunca le escapó a la polémica si el tema era arbitraje. Un enamorado y pasional cultor del reglamento, del que sabía absolutamente todo. Por ello fue respetado por todos, en tiempos de canchas llenas y climas complicados, acá y en cualquier escenario del país. En tiempos donde la globalización era inimaginable, su estilo y personalidad lo hizo admirado incluso por árbitros de AFA, adonde no pudo llegar porque no hubo agrupación sindical que le facilitara oportunidades a los del interior.
Uno de los últimos reconocimientos. Fue en 2014 en la parrilla de Racing. Aquí junto a sus hijos José María y Juan Pablo.
Afortunadamente, recibió en vida varios reconocimientos a su labor en el arbitraje dentro y fuera de la cancha. Incluso lo es que su “siga, siga” se convirtiera en latiguillo para situaciones del fútbol y de la vida cotidiana.
Pero quizás el mejor homenaje fue que sus hijos (José María y Juan Pablo) y actualmente su nieto (Valentín) siguieran su camino con el silbato y el apego a las reglas.
Nos dejó físicamente el 10 de setiembre de 2017 a los 92 años. Inolvidable.
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